A tres años del hallazgo de tres cuerpos momificados en Llullaillaco (Pcia. de Salta - Argentina)
Estudian las momias como a seres vivos. Por su excelente estado, les practicaron tomografías, radiografías y análisis de ADN; no presentan signos de desnutrición
· Los órganos se conservan intactos, tras cinco siglos
· En sus estómagos quedan restos de comida
· Dos de ellas tenían seis y siete años, y la mayor, 15 años y medio
La Doncella, "casi como si se estuviera por incorporar", dicen los científicos; la retrataron en la última sesión de laboratorio
Es una de las tres momias que fueron halladas en la cima del volcán salteño de Llullaillaco hace tres años. Ante los ojos atónitos de ocho científicos, la Doncella parece dormir un sueño frágil, capaz de romperse ante el menor suspiro. Pero su sueño lleva más de 500 años.
Los últimos estudios que se les practicaron en laboratorio asombraron a los científicos: los órganos están intactos.
Durante la última sesión de trabajo en el laboratorio, hace 20 días, se les realizaron radiografías odontológicas que permitieron establecer la edad que tenían los niños al momento de su sacrificio: la Doncella tenía 15 años y medio. El Niño, siete años, y la Niña del Rayo, seis.
En su estómago todavía permanecen los últimos alimentos que comió. Su piel quedó dura por acción del frío, pero la carne no está seca, sino congelada. Todo ello permitió que se les realizara todo tipo de estudios médicos, tal como si se hubieran practicado en seres vivos.
"Son las momias mejor conservadas del mundo. Esa fue la conclusión del último Congreso Internacional de Momias", aseguró Constanza Ceruti, la arqueóloga argentina que condujo la expedición del hallazgo, en marzo de 1999, junto con el antropólogo norteamericano John Reinhard, jefe de la misión. Ceruti, becaria del Conicet, está a cargo del cuidado y la conservación de las momias.
Las tomografías computadas permitieron determinar el excelente estado de conservación de los órganos. Tras observar las placas, el doctor Carlos Privigliano advirtió que en el pulmón izquierdo de la Doncella había un atrapamiento inusual de aire. Según observó en las imágenes, la joven sufría de sinusitis y de bronquitis. "Lo increíble es que las tomografías computadas permitieron el diagnóstico como si se tratara de una adolescente viva", dijo Ceruti.
Las momias fueron entregadas en custodia a la Universidad Católica de Salta. Permanecen en un laboratorio en el campo universitario, en las afueras de la capital provincial, a una temperatura de 13 grados bajo cero. Están envueltas dentro de un paño quirúrgico, a su vez dentro de un manto de algodón y recubiertas por plástico sellado.
Tienen colocados sensores, conectados a una computadora que monitorea que no se altere su conservación. La computadora automáticamente llama al teléfono celular del cuidador si registra algo anormal. El laboratorio está conectado a un grupo electrógeno para evitar que se descongelen, en caso de corte de luz.
Las sesiones de trabajo en el laboratorio se realizan cada cuatro o cinco meses. Todo está minuciosamente cronometrado para que las momias no sufran alteración. Es más: antes de empezar se realiza un simulacro y se ensayan las acciones para no demorar más de 15 minutos hasta que las momias vuelvan a su "freezer".
Esta tarde, en el salón Marcelo Ortiz del edificio Centinela de la Gendarmería -avenida Antártida Argentina 1480-, a las 18, Ceruti dará una conferencia en la que presentará el trabajo que llevó adelante el Instituto de Investigaciones de Alta Montaña de la universidad, a tres años del hallazgo.
Melenas que hablan
En la última sesión de laboratorio se hicieron estudios del cabello. Esto permitió determinar que las víctimas habían sido sometidas al consumo de hojas de coca por un prolongado tiempo durante los rituales incas previos a su sacrificio.
En el cabello de la Doncella se obtuvo uno de los registros más altos. Quiere decir que la adolescente de 15 años y medio había sido sometida desde los ocho al consumo de coca.
Esto abona la teoría de que ella tenía un status diferente del de los otros niños: era una "elegida" que desde los ocho años había sido criada en la casa de las Vírgenes del Sol. Allí las incas elegidas pasaban su vida entre los ocho y los 14 años. "Establecer su edad nos permitió saber cuánto tiempo transcurrió entre que la Doncella salió de la casa de las vírgenes, con 14 años, hasta que fue sacrificada", aseguró Ceruti. La mayor parte de ese año y medio la pasó participando de las ceremonias previas a su propio sacrificio. Ceruti opinó que la Doncella era consciente de que iba a ser una de las ofrendas de aquella procesión. "Era una mujer en la plenitud de su desarrollo", dijo.
Las tomografías computadas también evidenciaron que las momias tienen restos de alimentos en el estómago y materia fecal en los intestinos. Significa que comieron y bebieron hasta muy poco antes de su muerte. La creencia incaica decía que las víctimas del sacrificio habían sido felices si habían comido y bebido lo suficiente. Por el momento los investigadores decidieron no aplicar técnicas invasivas para los análisis. Por eso, hasta ahora no se han tomado muestras del contenido estomacal ni intestinal.
Otro de los datos que aportaron las radiografías odontológicas es que las víctimas tenían bastante desgastados los dientes. El dato podría indicar que el maíz había sido parte fundamental de su dieta.
En ninguna de las radiografías de las momias se hallaron registros de líneas de Harrys, las cisuras que se marcan en los huesos cuando una persona tuvo un período de mala nutrición. Los investigadores lo interpretan como un signo inequívoco de que las víctimas pertenecían a estratos sociales altos.
En 1999 se tomaron muestras de las momias para estudios de ADN y análisis microbiológico, extraídas por punción para biopsia, con aguja gruesa, de los brazos y los glúteos. El procedimiento fue realizado con el mismo instrumental que se emplea para tomar muestras en seres vivos.
"El estudio determinó que los niños no tenían parentesco entre sí por vía materna. Pero encontramos que la Doncella tenía un pariente vivo: su ADN mitocondrial presenta semejanzas con el perfil de ADN de un hombre oriundo de Cabanconde, Valle del Costa, Perú, residente en Maryland, Estados Unidos", aseguró Ceruti.
El descubrimiento se produjo seis meses después del hallazgo de las momias. El hombre se había presentado para que se le tomaran muestras para saber si estaba emparentado con Juanita, la momia peruana.
El "Rito"
La momificación de los tres niños de Llullaillaco se produjo en la temporada estival, entre 1480, fecha en la que el imperio incaico se extendió sobre el noroeste argentino, y 1532, cuando la región cayó bajo el dominio español. Luego de tres años de investigación los científicos reconstruyeron cómo había ocurrido el ritual.
El sacrificio se realizó dentro de la "capacocha", ceremonia mediante la cual el imperio incaico lograba el control del Estado cuzqueño por sobre sus dominios periféricos. Se realizaba por la muerte del Inca y la sucesión al trono, por alguna catástrofe natural o también como propiciación de la fertilidad de la tierra.
Durante la primera etapa convergían hacia el Cuzco las víctimas sacrificiales (unos 2000 niños, según estimaron los cronistas de la época) que tomaban contacto con el Inca en Coricancha (templo de oro). Muchos eran sacrificados allí. Otro grupo de niños vivía hasta la segunda etapa: la redistribución de las ofrendas hacia los confines del territorio dominado donde serían sacrificados.
Este es el caso de las momias halladas en Salta. Constanza Ceruti, la arqueóloga que participó del hallazgo y la investigación, consideró que fueron sacrificados durante la misma ceremonia, ocurrida hace 500 años.
Partieron a pie desde el Cuzco. Debían caminar formando una línea lo más recta posible hasta el volcán Llullaillaco. Se estima que tardaron varios meses hasta llegar y que avanzaban unos 10 o 15 km por día. Los niños formaron parte del cortejo, ya que, como imponía el ritual, no podían ser llevados en andas.
Gran cantidad de pobladores acompañó la caravana hasta el tambo, situado a dos horas de la base del volcán. Allí se alojaron y se almacenaron mercaderías asociadas a los ritos. Más tarde un grupo más reducido -el sacerdote, sus auxiliares, cargadores de las ofrendas, los que iban a ser ofrecidos en sacrificio y algunos acompañantes- inició el ascenso. Los campamentos intermedios, encontrados en el camino, tenían capacidad para 24 personas.
Tras ascender tres o cuatro días llegaron a la cumbre. El portezuelo -a 6500 metros de altura- fue uno de los últimos campamentos. Desde que comenzó la peregrinación los niños eran conscientes de que iban a ser sacrificados.
Los sacerdotes incas pasaron la noche antes del sacrificio en la "choza doble", única construcción dentro del santuario, con función logística. La consagración de las víctimas a Inti (Dios Sol), Illapa (Dios del Rayo) y Viracocha (El Creador) debía hacerse antes del amanecer.
Los rastros encontrados dicen que, antes del sacrificio, los sacerdotes encendieron una gran fogata. Seguramente también realizaron cánticos y danzas. Los niños consumieron hojas de coca y chicha hasta que quedaron adormecidos por el efecto del alcohol, el frío y la altura.
Un grupo de trabajo aprestó los últimos detalles para el sacrificio. Las radiografías que se realizaron a los niños no evidencian traumatismo craneano, por lo que se descartó que se haya usado un golpe en la nuca. Tampoco hay evidencia de estrangulamiento. Los investigadores creen que fueron momificados en estado de asfixia parcial o bien que se hallaban inconscientes por efecto de la chicha, la coca, el frío y la altura cuando fueron enterrados en huecos de la montaña a 20 grados bajo cero.
El niño vestía túnica roja. Antes de enterrarlo, cabeza arriba en una tumba de un metro de diámetro y 1,70 metro de profundidad, fue envuelto en un textil incaico que actuó como fardo funerario. Su cuerpo se momificó en posición fetal forzada: le ataron las piernas y el tronco con cuerdas, los brazos cayendo a los lados del cuerpo y la cabeza entre las piernas.
La Doncella fue colocada en una tumba en dirección Norte, peinada con trenzas pequeñas y con un vestido color café con una faja en la cintura. Quedó eternizada casi sentada, con el torso flexionado, con las piernas cruzadas y las manos juntas, "como si estuviera a punto de incorporarse", describieron los científicos. La cubrieron con un manto color arena, en el hombro izquierdo le pusieron una túnica y sobre la cabeza, un tocado de plumas blancas.
La Niña del Rayo fue colocada en una tumba que miraba hacia el Este. Allí quedó en posición sedente, con las piernas flexionadas y cruzadas, las manos sobre los muslos y la cabeza erguida. Ya enterrada, recibió la descarga de un rayo que afectó a algunos objetos de su ajuar, le causó quemaduras y pérdida de tejidos en el cuello, hombro y tórax izquierdo.
Las tumbas recibieron los cuerpos, luego fueron rellenadas con sedimento de granulometría fina y cerradas mediante muros de piedra ligeramente abovedados, formando el techo de la cámara.
El paso siguiente fue el rellenado de la plataforma delimitada por los muros de contención y el emparejamiento de la superficie. Así quedaron selladas durante 500 años las tumbas de los niños de Llullaillaco.
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