domingo, enero 01, 2006
JACK EL DESTRIPADOR
Ha pasado más de un siglo y todavía perdura el misterio. Cinco crímenes perpetuados en Whitechapel hacia 1888, que hoy, por el escaso número de víctimas hubiesen ocupado pocas líneas en los diarios, en su momento revolucionaron Londres y el mundo entero. Durante cien años, investigadores, detectives, policías y muchos aficionados han tratado de establecer un perfil psicológico que ayudase a determinar la personalidad o el nombre del asesino, pero hasta ahora solo se han podido identificar los nombres de unos posibles sospechosos.
Tal vez por ese motivo Jack el Destripador se ha convertido en el asesino en serie más conocido de la historia.
Su nombre nos evoca una silueta entre la niebla del Londres Victoriano, una sombra con capa y sombrero negros que ataca a sus víctimas y desaparece para siempre de la escena del crimen... no en vano se han escrito sobre él cientos de libros, canciones, óperas y películas. Es la perfecta historia de suspenso, el gran misterio sin resolver.
LAS VÍCTIMAS
En el año 1888, Whitechapel era uno de los peores distritos de todo Londres. En las calles, hombres, mujeres y niños arrastraban una vida de pobreza y delincuencia en la que muchas veces el único alivio era el que podía ofrecerles una botella de alcohol barato.
Los callejones oscuros desembocaban en bares mugrientos y burdeles miserables en los que algunas mujer
Fue precisamente aquí, en el East End londinense, donde tuvo lugar el breve reinado de terror del temido descuartizador que firmaba sus crímenes como "Jack el Destripador".
Su primer crimen oficial, por así decirlo, el que reconocen todas las crónicas, tuvo lugar el 31 de agosto, aunque en su día se sospechó que por lo menos dos asesinatos anteriores menos publicitados habrían sido también obra suya.
Ese día estaba amaneciendo muy lentamente. Las calles todavía estaban oscuras, y a pesar del frío algún que otro paseante comenzaba a circular por el barrio.
Uno de ellos distingue a lo lejos el cuerpo de una mujer tendido en el suelo que a primera vista parecía desmayada, pero cuando se acerca para tratar de ayudarla, ve que unas terribles heridas la habían casi decapitado.
Horrorizado, no deja pasar un minuto y avisa al primer policía que hacía su ronda por el barrio, quién acompañado de un médico distingue bajo la luz de una linterna que la muerte le había sido provocada por dos golpes con arma blanca que le habían seccionado la tráquea y el esófago.
El cuerpo, todavía caliente en partes, indicaba que el momento del crimen no debía de haber sido de más de media hora antes de haber encontrado el cuerpo.
Tras un examen más detallado en la sala de autopsias, descubren además que había sido brutalmente golpeada en la mandíbula inferior izquierda (posiblemente por una persona zurda), y que su abdomen había sido mutilado.
Por lo demás, el asesino no había dejado otras pistas tras de sí, ni testigos, ni el arma homicida. Ninguno de los vecinos oyó nada.
La identificación de la víctima no fue tarea fácil, aunque unos días después su padre y su ex marido identifican el cuerpo de una mujer de 42 años, prostituta, llamada Anne Mare Nichols y conocida como Polly.
Polly había estado casada y tenía cinco niños, pero su adicción al alcohol había hecho que su matrimonio se rompiera. Desde entonces, sola, había vivido de sus pobres ingresos de prostituta.
El lunes 6 de agosto, varias semanas antes del primer crimen oficial del Destripador, Marta Tabram, una prostituta de 39 años, había sido hallada muerta con 39 puñaladas; y algunos meses antes, Emma Smith, una prostituta 45 años, había sido agredida salvajemente en la cabeza y le habían introducido un objeto en la vagina.
Seguramente estos dos crímenes no tenían nada que ver con nuestro asesino, más que nada porque la firma del Destripador era más ritualista que los simples golpes y puñaladas, pero aún así, el terror ya se había apoderado de las almas de los habitantes del distrito londinense.
Annie Chapman era una mujer sin hogar propio que vivía en pensiones comunes cuando disponía de dinero para el alojamiento de una noche, y cuando no era así, se dedicaba a vagar por las calles en busca de clientes que le proporcionasen alguna moneda para bebida, refugio y alimento.
No siempre había sido así, unos años antes estaba casada y con tres niños, pero todos murieron, unos por enfermedad y otros por accidente. Fue un golpe muy duro, nunca se repuso.
Así, en estado de depresión permanente comenzó a beber para sobrellevar su soledad. Su cuerpo fue hallado mutilado en la calle del Mercado de Spitalfields a las 6 de la mañana, y nadie había ido testigo de los hechos.
Su intestino estaba en el suelo entre un gran charco de sangre y una profunda incisión cruzaba su cuello de lado a lado.
Todo parecía indicar que había sido asesinada en ese mismo sitio. No había señales de defensa por parte de la víctima, y lo curioso es que cerca de su cadáver se encontraron un pequeño pañuelo, un peine y un cepillo de dientes, que parecían haber sido colocados en un orden concreto por el asesino.
Según el médico forense que vio el cadáver, el asesino había agarrado a Annie por la barbilla y la había degollado por la espalda de izquierda a derecha, y por la fuerza empleada, posiblemente con la tentativa de decapitarla. Eso le había causado la muerte.
Las otras heridas infligidas y las mutilaciones abdominales habían sido realizadas post mortem: el abdomen había sido abierto para extraer la vagina, el útero y la vejiga, que no fueron hallados.
Las incisiones eran limpias, como si se tratase del trabajo de un experto en anatomía, o por lo menos el de alguien con los conocimientos anatómicos y la habilidad suficiente para poder abrir el cuerpo y extraer los órganos con mucho cuidado de no dañar otras partes internas.
El instrumento utilizado parecía ser un cuchillo estrecho con lámina fina y muy afilada, la clase de cuchillo que utilizaban los cirujanos y los carniceros.
Una señora de nombre Elizabeth Long que se dirigía al mercado esa mañana, pudo aportar un testimonio valioso: a las cinco y media de la madrugada había visto a un hombre conversando con una prostituta que identificó como Annie Chapman.
Lamentablemente el hombre estaba de espaldas y no pudo ver su rostro, pero sí distinguió la silueta de un hombre de unos 40 años, elegante, que portaba un sombrero y un abrigo oscuros.
La hora de la muerte se estimó entonces entre las cinco y media y las seis de la mañana, hora en la que fue descubierto el cadáver, lo que significaba que el asesino actuaba rápidamente y con gran precisión.
La falta de indicios hacía que la investigación avanzase lentamente. Todo el mundo había relacionado las muertes entre ellas, y a pesar de que la policía se mantenía en el más absoluto de los silencios, los periódicos no dejaban de alimentar cada rumor escuchado, lo que servía para aumentar la cólera y el miedo de los vecinos.
Desde Scotland Yard se llegó a ofrecer una gratificación para quien aportase algún dato válido sobre la identidad del asesino, pero lo único que consiguieron fue que los vecinos aprovechasen sus diferencias y se denunciasen entre ellos, deteniendo simplemente a algunos falsos culpables, excéntricos o alcohólicos que aseguraba ser el descuartizador de prostitutas, aunque tras numerosas investigaciones y por el hecho de que todos carecían de habilidades médicas o que tenían coartadas, no tardaban en recuperar la libertad.
El 25 de septiembre, la Agencia Estatal de Noticias recibió una nota en tinta roja firmada por el propio Jack el Destripador cuyo contenido era:
"Querido Jefe, desde hace días oigo que la policía me ha cogido, pero en realidad todavía no me han pescado. No soporto a cierto tipo de mujeres y no dejaré de destriparlas hasta que haya terminado con ellas. El último es un magnífico trabajo, a la dama en cuestión no le dio tiempo a chillar. Me gusta mi trabajo y estoy ansioso de empezar de nuevo, pronto tendrá noticias mías y de mi gracioso jueguecito...".
Jack el Destripador, desde el Infierno.
A partir de entonces seguiría escribiendo cartas y poemas destinados al jefe de la policía londinense jactándose de su habilidad para escabullirse en la oscuridad de las calles y evitar ser atrapado por la multitud que le perseguía, o haciendo alarde de la perfección de sus crímenes y anticipando otros nuevos ataques, siempre seguro de sí.
El domingo 30 de septiembre, se descubría otro cadáver en la calle Berner sobre la una de la mañana. Tras pedir ayuda a la policía, vieron que se trataba de una mujer, cuyas faldas habían sido levantadas por encima de sus rodillas.
Un forense llegó a la escena del crimen con su ayudante un cuarto de hora más tarde. Entre los dos detallaron sus conclusiones de la exploración:
"La difunta yace sobre su lado izquierdo, su cara mira hacia la pared derecha. Sus piernas han sido separadas, y algunos miembros están todavía calientes. La mano derecha está abierta sobre el pecho y cubierta de sangre, y la izquierda está parcialmente cerrada sobre el suelo. El aspecto de la cara era bastante apacible, la boca ligeramente abierta. En el cuello hay una larga incisión que comienza sobre el lado izquierdo, 2 ½ pulgadas por debajo del ángulo de la mandíbula casi en línea recta, seccionando la tráquea completamente en dos, y terminándose sobre el lado contrario... "
El asesino no se había ensañado tanto esta vez como en las anteriores. Posiblemente había sido interrumpido mientras la degollaba y hubiese huido antes de completar su ritual.
La joven prostituta fue identificada como Elizabeth Stride, de origen sueco, que había venido a Inglaterra para ganarse la vida tras el fallecimiento de su marido y sus dos hijos en un accidente marítimo.
Esta vez, varios testigos declararon haberla visto momentos antes de su muerte acompañada por un hombre de unos treinta años con pelo y bigote negros, vestido con un abrigo negro y un sombrero alto, que portaba un bulto, como un maletín.
Mientras la policía se enfrentaba al hallazgo de este nuevo cadáver, a pocas calles allí un guarda nocturno descubría el cuerpo de otra víctima degollada.
Su abdomen había sido abierto y los intestinos se encontraban en el suelo, además tenía varias heridas por todo el cuerpo.
Los miembros estaban todavía calientes, la data de la muerte no debía ser de más de media hora desde el descubrimiento del cadáver.
No había otros indicios más que un escrito con tiza blanca sobre una pared que decía: "No hay porque culpar a los judíos", supuestamente obra del asesino.
Antes de que la inscripción pudiese ser fotografiada, el Comisario de la Policía londinense Charles Warren ordenó que fuese borrada, según él porque se trataba de una falsa pista del criminal tratando de culpabilizar a la comunidad judía, y si algún londinense lo leía, podía provocar una revuelta contra ellos.
La víctima era Kate Eddowes, quien como las demás, tenía por oficio el de la prostitución y como afición, la bebida.
Sus padres habían muerto cuando ella era joven y a los 16 años se fue a vivir con un hombre, con quién tendría tres hijos. Los malos tratos por parte de éste obligaron a que se fuera de casa, y su adicción al alcohol la obligó a alquilar su cuerpo en las calles.
Como en las muertes de Polly Nichols y Annie Chapman, la garganta de Kate había sido degollada de izquierda a derecha, le habían seccionado el vientre y extraído algunos órganos, entre ellos uno de los riñones.
Después de esto, las cosas parecieron volver a la normalidad en Whitechapel. No hubo ningún otro asesinato durante un mes y las prostitutas regresaron a las calles más tranquilas.
Desgraciadamente, la paz duró poco, pues el 9 de noviembre otra mujer apareció salvajemente asesinada.
Se trataba de Mary Kelly, una atractiva joven de 21 años que se dedicaba a la prostitución para poder mantenerse a ella misma y a su pareja, que se encontraba sin trabajo.
Esa mañana, el locatario subió a la habitación de Mary para cobrar el alquiler mensual, pero nadie contestó a su llamada. Decidió abrir la puerta él mismo, horrorizándose por lo que descubrió...
Sin duda era el crimen más violento de Jack el Destripador. El cadáver estaba tumbado sobre la cama con múltiples heridas de arma blanca, completamente mutilado y con la arteria carótida seccionada.
La ferocidad de este asesinato asombró a los cirujanos veteranos de policía. El médico forense necesitó varias páginas para redactar el informe de las lesiones y órganos extraídos.
Este asesinato creó el pánico absoluto en el barrio, haciendo estallar episodios esporádicos de violencia en la muchedumbre.
La actividad policial era frenética, cada rincón fue registrado, cada sospechoso detenido e interrogado a fondo, pero no por eso la policía dejaba de ser duramente criticada.
Nunca más se volvió a saber del asesino. No hubo más cartas ni más crímenes, parecía que Jack el Destripador hubiese abandonado la escena del crimen para siempre, y finalmente el caso fue cerrado en 1892, el mismo año en que el Inspector encargado del caso se retiró.
SOSPECHOSOS
Como era de esperar ante un caso de tal trascendencia, en el que Scotland Yard mantenía silencio absoluto, se fundaron todo tipo de suposiciones: desde que Jack el Destripador era una mujer obsesionada por las prostitutas porque una de ellas había contagiado una enfermedad a su hijo, un puritano furioso por el vicio de la capital, un agente secreto ruso que quería dejar en ridículo a la policía inglesa... y así, una larga lista de sospechosos con las motivaciones más variadas.
Uno de los nombres que más se mencionó fue el de Montague John Druitt, un abogado de 40 años, hijo de un cirujano de muy buena familia, que desapareció justo tras el crimen de Mary Kelly y cuyo cuerpo fue hallado un mes después flotando sin vida en el Támesis.
Al parecer, su madre había sido ingresada en un psiquiátrico poco antes de que él se suicidara, y en su familia había otros antecedentes de enfermos mentales.
En la nota de suicidio que encontró su hermano, decía que sentía como poco a poco padecería lo mismo que su madre y que lo mejor para no seguir ensuciando el renombre de la familia era morir.
La sospecha hacia John Druitt parte de unas investigaciones realizadas años después de que el caso fuese cerrado por el jefe de policía de Scotland Yard, Sir Macnagthen.
No hay evidencia sobre porqué Macnaghten lo consideró un sospechoso serio porque el expediente del caso sigue cerrado a día de hoy, y sus únicas declaraciones públicas habían sido que no sólo él sospechaba de la culpabilidad de Druitt porque era "sexualmente insano", sino que además su propia familia creía que él había sido al asesino.
A parte de Macnaghten, pocas personas más creían que Druitt era el Destripador (aunque casualmente, las iniciales J. D., sean las mismas en ambos).
Él no vivió, ni frecuentaba el barrio de los muelles en Londres, y no había ningún servicio de tren entre su alojamiento en Blackheath y Londres que le permitiese cometer los asesinatos y volver a casa sin levantar sospechas.
Además, contaba con una buena coartada el día de la muerte de Annie Chapman, que recordamos se había estimado sobre las 5:30 de la mañana.
Habría sido muy improbable que Druitt hubiese cometido el crimen, se hubiese cambiado la ropa ensangrentada y hubiese regresado a Blackheath para jugar un partido de cricket a las 11:30 de la mañana, según las investigaciones realizadas.
Otro de los sospechosos de Macnaghten fue Aarón Kominski, un judío polaco residente en Whitechapel que sentía un odio más patológico que visceral hacia las mujeres y que fue ingresado en un hospital psiquiátrico en marzo de 1889 por sus tendencias homicidas.
El Doctor Houchin, quién certificó la locura de Kosminski, describió su comportamiento: "… declara que es dirigido y que sus movimientos son controlados por un instinto que informa su mente; dice que conoce las actividades de toda la humanidad y rechaza casi todos los alimentos porque su instinto le dice que no lo haga…".
En los registros del hospital sólo se ha encontrado una mención de comportamiento agresivo por parte de Kosminski, si bien su estado mental parecía deteriorarse con el tiempo: "… incoherente; de vez en cuando excitado y violento. Hace unos días se subió una silla, e intentó golpear al asistente…" Durante el tiempo que permaneció recluido, había sido diagnosticado como "… enfermo crónico inofensivo, de vez en cuando molesto, pero no violento, que se recluye cada vez más en su propio mundo hasta el punto de no saber su edad o cuanto tiempo ha estado interno…".
Por los síntomas, alucinaciones de vista y oído, se puede pensar que este hombre padecía una esquizofrenia paranoide, y analizando su personalidad, es poco probable que Kosminski fuese nuestro Destripador. Jack podía tener una mente enferma, pero en tal caso, esa mente estaría más cerca de la psicopatía que de la esquizofrenia.
Aunque sus crímenes y mutilaciones sean propios de un asesino en serie desorganizado, hay cierta organización en cada uno, o por lo menos, premeditación.
Michael Ostrog era un médico ruso que además se dedicaba a la estafa, por lo que pasó una gran parte de su vida en la cárcel. No era un delincuente ordinario, era muy inteligente, tenía buena educación, y en algunas ocasiones durante los juicios por sus delitos, su astucia le había llevado a simular que sufría un trastorno mental, lo que le había salvado de la cárcel en más de una ocasión.
No se sabe a ciencia cierta porqué figura entre la lista de los sospechosos del Destripador, pues no hay indicios de que haya asaltado a ninguna mujer, y con sesenta y pico años que debía tener en 1888, parecen demasiados para encajar en las descripciones del asesino.
En 1992 surgió una nueva teoría que causó sensación por lo evidente que parecía. Michael Barrett, un distribuidor de chatarra de Liverpool, presentó un diario escrito por un hombre llamado James Maybrick en 1889, que confiesa ser el mismo Jack el Destripador.
James Maybrick era un comerciante de algodón que comenzó su negocio en Londres, viajó a los Estados Unidos para abrir una oficina en Virginia y volvió varios años más tarde. Había contraído la malaria en EE UU y tomaba una combinación de arsénico y estricnina para poder llevar sin dolor la enfermedad. La medicación era adictiva y él siguió tomando arsénico hasta que falleció, en 1989.
Nunca sospecharon de él hasta la aparición del diario, en el que Maybrick se autodenominaba Jack, y daba a entender que era el asesino de las prostitutas con hechos concretos: contando con detalle cada uno de los crímenes, hablando del placer que le producía el haberlos cometido, e incluso se burlaba de los esfuerzos vanos de la policía por encontrarlo.
La caligrafía del texto ha sido sometida al análisis de diferentes expertos, pero no se han puesto de acuerdo sobre si es o no auténtico, aunque en 1995 varios expertos han etiquetado el diario como falso porque aseguran que la tinta con la que se había escrito es moderna.
En cualquier caso, el análisis grafológico muestra el perfil de una persona con grandes desequilibrios psicológicos y con trastornos de doble personalidad.
También la nobleza se vio afectada por esta serie de crímenes. Uno de los principales sospechosos fue el Duque de Clarence, el príncipe Alberto Victor Christian Eduardo, hijo del Rey Eduardo VII y nieto de la Reina Victoria.
Tenía 28 años en el momento de los crímenes y murió poco después en una clínica privada por enfermedad. Según parece, el joven príncipe era un apasionado de la caza con todo su ritual y crueldad, aunque nunca se le consideró como un hombre violento, y era un asiduo de los prostíbulos.
La causa oficial de su muerte fue una neumonía producida por una epidemia de gripe, aunque se sospecha que falleció a causa de la sífilis, que probablemente le habría transmitido una prostituta.
La primera mención de que él era un posible sospechoso fue hecha pública en 1962 en el libro de Phillippe Jullien, "Edouard VII".
Más tarde, el Doctor Thomas Stowell publicó un artículo en 1970 acusando al príncipe Alberto de ser a Jack el Destripador, basando su teoría sobre algunos documentos de su médico personal, Guillermo Gull, quién le estaría tratando la enfermedad.
En ellos narraba que su paciente sufría una grave inestabilidad emocional por sus tendencias homosexuales y que se estaba volviendo loco, por eso, con la intención de vengarse, habría cometido los asesinatos de Withechapel.
Ninguno de estas declaraciones han podido ser probadas, porque Stowell murió poco después de que su libro fuese publicado, y sus notas no han sido halladas.
Como era de esperar, muchos eruditos han arremetido contra esta teoría y la han desacreditado por completo, argumentando que el Príncipe Alberto no estaba en Londres en las fechas de los asesinatos más importantes, sino en Escocia.
Aunque era de buena cuna, tampoco destacaba como un hombre de inteligencia especialmente brillante, y no tenía los conocimientos médicos para mutilar como hizo el Destripador.
La teoría de que toda una Conspiración Real estaba detrás de los asesinatos es tal vez la más popular. No sólo es la premisa de la reciente película "From Hell" (Desde el Infierno), protagonizada por Johnny Depp y Heather Graham, sino que ya antes había dado lugar a gran cantidad de documentales, artículos y libros.
Uno de estos libros, escrito por Stephen Knight y publicado en 1976 bajo el título "Jack the Ripper, the final solution", aseguraba haber recogido las notas de un hombre llamado Joseph Sickert, el hijo de Walter Sickert, un pintor impresionista que decía haber conocido a Jack el Destripador y que le habría confesado quién era el asesino en su lecho de muerte.
La teoría que plantea Kinght es que Sickert padre daba clases de pintura al Príncipe Alberto y que éste conoció a una modelo que posaba para el pintor llamada Annie Crook.
El príncipe se enamoró de la joven, y desatendiendo sus obligaciones como heredero de la corona, se casó con ella en secreto cuando ésta se quedó embarazada de una niña a la que llamarían Alice.
Si el pueblo londinense llegaba a conocer la unión del príncipe heredero con una mujer de clase baja, supondría un escándalo público y una grave deshonra para la Familia Real inglesa, por ese motivo la Reina Victoria se habría empeñado en resolver el problema antes de que comenzasen a correr los rumores de la boda, delegando la tarea de resolver el problema al médico de la Casa Real, el doctor Guillermo Gull.
El Doctor Gull actuó entonces secuestrando a Annie e internándola en un hospital psiquiátrico tras declararla demente, en donde fue obligada a vivir por el resto de sus días, mientras que el Príncipe Alberto fue llevado al palacio de Buckingham y se le prohibió salir de allí, haciendo correr el rumor de que estaba gravemente enfermo.
Cuando Annie fue secuestrada, Mary Kelly, la última víctima del Destripador, se ocupaba por ese entonces del bebé. Tanto ella como el resto de las jóvenes prostitutas asesinadas conocían la relación secreta entre el príncipe y su compañera, y sabían que tras la desaparición de Annie, también sus vidas corrían peligro, por lo que decidieron guardar el secreto.
Aun así se llevaron a cabo los asesinatos para impedir que las jóvenes hablasen del matrimonio entre la plebeya y el heredero, y se creó la imagen de un sanguinario psicópata con conocimientos en cirugía.
El cochero de la Casa Real, John Nestley, se encargó de localizar una a una a las chicas y de convencerlas para que subiesen al carruaje diciéndoles que una persona importante había solicitado sus servicios.
Entonces, el Doctor Gull, oculto en los callejones, asesinaba a cada mujer y las mutilaba salvajemente para hacer creer que el asesino era un sádico obsesionado con las prostitutas.
Esta teoría es una de las preferidas porque es la que mejor se adaptaría al silencio de Scotland Yard sobre los crímenes. Qué mejor razón para acallar un asunto que el proteger el honor de la Familia Real.
Sin embargo, no hay ninguna evidencia que apoye esta teoría, aunque tampoco hay nada que la desmienta.
Es cierto que en Whitechapel existió una mujer llamada Annie Crook que tenía una hija ilegítima llamada Alice, pero no hay nada que pruebe que mantuvo una relación con el Duque de Clarence (hay quién asegura que esta teoría es falsa porque las tendencias del Príncipe Alberto se inclinaban más hacia los hombres que hacia las mujeres).
Tampoco hay nada que pruebe que las jóvenes prostitutas asesinadas se conocían entre sí, porque si esto hubiese sido cierto, habría sido descubierto en las entrevistas con las familias y los amigos de cada víctima.
En cuanto a la capacidad del Doctor Gull para ser a Jack el Destripador, se dice que en 1887 sufrió un ataque de parálisis severo que le impedían realizar prácticas médicas, por lo que se dedicaba exclusivamente a la enseñanza. Gull fallecería en su casa en 1890 después de otro ataque que le dejaría mudo.
Aun así, las variantes de la Conspiración Real seguirán prosperando porque es la historia que más se presta a una buena película o libro.
A veces nos cuesta tanto creer que una persona pueda ser tan sumamente cruel y que pueda cometer este tipo de actos macabros, que preferimos buscarle otras explicaciones dramáticas que nos permitan racionalizar los hechos y disculpar el lado más oscuro del ser humano.
Desgraciadamente, no es negando la evidencia de los asesinos en serie, ni satanizándolos, que el problema se va a extinguir.
A principios de este año salía en la prensa de todo el mundo una nueva teoría que se lleva planteando la escritora estadounidense Patricia Cornwell.
Esta multimillonaria, considerada como una de las reinas de los best sellers de misterio, aseguró recientemente que el verdadero hombre que se ocultaba tras Jack fue el pintor impresionista inglés Walter Richard Sickert.
Así, la escritora ha comprado nada menos que 31 lienzos firmados por Sickert, llegando a desgarrar uno de ellos en su frenética búsqueda de evidencias.
Asimismo, se ha hecho con varias cartas escritas por el puño y letra del artista e, incluso, ha comprado su mesa de despacho.
Y, por si fuera poco, recientemente envió a Londres a todo un equipo de forenses estadounidenses con la misión de examinar algunas de las cartas supuestamente escritas por Jack el Destripador.
Lo cierto es que las únicas pruebas que Cornwell tiene en estos momentos contra Sickert son puramente circunstanciales.
Por ejemplo: el pintor tenía 28 años cuando Jack el Destripador comenzó a matar y, según ella, los estudios demuestran que la mayoría de asesinos en serie llevan a cabo su primer crimen entre los 25 y los 30 años.
Tras cometer un asesinato, Jack el Destripador se esfumaba rápidamente, desvaneciéndose sin dejar rastro. Y eso es algo que a Sickert no le habría costado trabajo lograr ya que el artista tenía tres estudios secretos en el East End londinense.
Pero, a decir de la escritora, la prueba más contundente de la culpabilidad del pintor se encuentra en sus cuadros.
Según la novelista, algunos de los lienzos pintados por Walter Richard Sickert guardan una espeluznante similitud con las imágenes post mortem de las víctimas de Jack el Destripador.
En 1908, 20 años después de los crímenes, Sickert pintó una serie de cuadros inspirados, según él, en el asesinato de una prostituta en Candem.
En uno de ellos, por ejemplo, se ve a una mujer con un collar de perlas en una postura que, en opinión de Patricia Cornwell, es idéntica a la que guardaba Mary Kelly cuando fue hallada muerta por la policía.
Y en otro cuadro, Sickert pintó la cara de una mujer mutilada, con unas heridas muy similares a las que Jack el Destripador le ocasionó a otra víctima, Catherine Eddowes.
"Sickert nunca pintaba nada que no hubiera visto", argumentaba la novelista. "Y no habría tenido manera de saber el aspecto de aquellas mujeres si él mismo no hubiera estado allí.
Además, tenía un perfil psicológico similar al de muchos criminales: tuvo una infancia difícil y su padre era un hombre abusivo. Y, debido a un problema físico era estéril y tenía una disfunción sexual severa, hechos que podrían encajar con el comportamiento del Destripador, por ejemplo que siempre asesinase a prostitutas y las duras mutilaciones que les infligía, que muestran esa disfunción sexual típica en los mutiladores."
Sin embargo, en el mundo artístico las acusaciones levantadas por Patricia Cornwell no han sentado nada bien. Y, sobre todo, no ha sentado nada bien el que la escritora haya osado destrozar un lienzo del pintor en su afán de encontrar pruebas contra él.
El caso es que muchos expertos y biógrafos ingleses han rechazado categóricamente las conclusiones de la estadounidense porque Sickert es reconocido como uno de los artistas ingleses más importantes, y acusan a Cornwell de estar obsesionada con el tema y haber destruido varias obras del artista con el único fin de dar publicidad a sus libros.
Lo cierto es que nadie puede saber si ésta es la verdadera historia o si es otro de los relatos que inspira este terrible personaje.
Lo único que hoy en día tenemos claro es que no se trataba de un delincuente cualquiera.
Sus hechos demuestran que era una persona con gran inteligencia y tal vez una educación superior a la población de Withechapel, incluso puede que fuese alguien de clase alta.
Tal vez tuviese un trastorno de la sexualidad o un trastorno mental que le provocase esa compulsividad y obsesión a la hora de cometer los crímenes.
Su afán de reconocimiento y el hecho que resaltase con las cartas enviadas a la prensa su inteligencia, demuestra que también era una persona insegura y llena de complejos.
Pero mientras Scotland Yard mantenga sus archivos en el más absoluto secreto, otros autores seguirán suscitando sospechosos que mantengan la leyenda del Destripador viva.
* * *
¿Era Walter Richard Sickert, el Destripador?
“Patricia Cornwell vino a verme a finales de los 80 buscando información para sus libros. Sus obras son ridículas. La idea de que un médico forense colabore con un perfilador es absurda. La investigación que ha realizado para trazar un perfil de Jack el Destripador ha sido totalmente absurda. Esa mujer ha invertido millones de dólares para nada. Tiene alucinaciones” (Robert K. Ressler, criminólogo y perfilador psicológico del FBI).
Patricia Cornwell ha sido criticada por estar obsesionada con el pintor impresionista Walter Richard Sickert, a quien acusa de ser el asesino serial apodado Jack el Destripador. Detrás de estas obsesiones están, como siempre, los espíritus del Error, haciendo ver a las personas lo que en realidad no existe.
Según la novelista Patricia Cornwell, el misterioso Jack el Destripador, que aterrorizó en 1888 a Londres con sus asesinatos de prostitutas, era el pintor impresionista Walter Richard Sickert, cuyo libro salió a la venta hace un tiempo en Estados Unidos.
Cornwell es autora de gran éxito con obras que tienen como protagonista al forense Kay Scarpetta.
La novelista invirtió entre cuatro y seis millones de dólares, según distintas fuentes, en recopilar pruebas científicas y documentos para establecer la identidad de uno de los asesinos en serie más famosos de la historia, hasta llegar a una conclusión cuando menos sorprendente.
En su obra de investigación Retrato de un asesino: Jack el Destripador, caso cerrado (Putnam's Sons), Cornwell presenta pruebas de ADN y documentos que apuntan a que el verdadero asesino era Sickert, un discípulo artístico del estadounidense James Whistler (1834-1903) y amigo del francés Edgar Degás (1834-1917).
Sickert, de origen alemán, a menudo pintaba prostitutas amenazadas por siniestras figuras masculinas, e incluso uno de sus cuadros se titula El asesinato de Candem Town.
El artista nació en Munich en 1860, pero se nacionalizó británico y comenzó sus primeros trabajos hacia la década de 1880, con pinturas que reflejan el ambiente del cabaré y de teatro, uno de los temas favoritos de este pintor, fallecido en 1942.
Los científicos contratados por la escritora obtuvieron una secuencia de ADN de un sello adherido a una misiva supuestamente enviada por el Destripador, que se comparó con otras muestras extraídas de la correspondencia de Sickert.
Dada la antigüedad de las muestras, los expertos sólo pudieron obtener ADN mitocondrial, menos fiable que el nuclear, empleado generalmente en los casos judiciales modernos.
Muestras contaminadas.
La muestras de las cartas de Sickert estaba contaminadas con ADN de otros individuos, y algunas secuencias de esa molécula que trasmite información genética coincidían con las encontradas en la carta del Destripador.
Algunos expertos en el legendario asesino, como Stephen Ryder, han criticado las conclusiones de la novelista y alegan que el análisis de ADN efectuado descartaría al 99% de la población londinense de la época, pero el restante uno por ciento dejaría a varios cientos de miles de individuos como sospechosos.
"Estos expertos en el Destripador están comprensiblemente muy molestos. No quieren que otra persona encuentre al sospechoso. Eso arruinaría su juego", declaró Cornwell a The New York Times, enfadada por las críticas, que considera injustas después de años de trabajo y de la fuerte inversión económica destinada a su investigación.
La novelista alude también, entre otras pruebas, a las marcas de agua coincidentes en impresos utilizados por el pintor y en misivas del Destripador, que firma algunas de ellas como Nemo.
Sickert utilizó el nombre de Mr. Nemo durante unos trabajos como actor en su juventud, según la autora.
Cornwell adquirió 45 lienzos de Sickert durante el proceso de investigación para el libro, algunos de las cuales presentan a mujeres desnudas amenazadas o mutiladas de forma similar a las víctimas del asesino que aterrorizó al Londres victoriano.
Sickert, ¿un psicópata?
"Es pornografía violenta", comentó la autora a propósito de la obra de Sickert, a quien considera "un psicópata", que ya con anterioridad fue vinculado a las trágicas fechorías del Destripador.
Para apoyar su hipótesis, la escritora indagó en la biografía de Sickert, y señala que una posible deformidad genital que habría requerido varias operaciones quirúrgicas pudieron dañar su pene e inclinarle a actuar contra las mujeres, como venganza por algunas féminas que participaron en las operaciones.
La leyenda del Destripador del barrio londinense de Whitechapel, con cinco asesinatos probados y trece más posibles, sigue despertando una gran curiosidad y muestra de ello son los más de 200 libros que se han escrito, varias películas, series de televisión y uno de los temas más buscados en internet.
Las teorías sobre la identidad del asesino han sido muy diversas, e incluso se vinculaba a miembros de la familia real británica en los crímenes, algo que nunca pudo ser probado.
Robert K. Ressler
“Patricia Cornwell es una alucinada”
Criminólogo y perfilador psicológico del FBI, es un coronel retirado de la Armado que trabajó más de 20 años en el FBI, donde se convirtió en el primer perfilador o especialista mundial en la identificación y captura de criminales violentos, gracias a su habilidad para trazar su perfil psicológico.
Creador del término “serial killer” (asesino múltiple), este criminólogo norteamericano ha estado en España para develar las claves de su trabajo.
Autor de varios libros, entre ellos Homicidio sexual y El que lucha con monstruos, Robert K. Ressler cree que el 90 por 100 de los asesinos en serie actúan impulsados por un móvil sexual.
Ressler comenzó a interesarse por los asesinos en serie a los nueve años, en 1946, cuando un estudiante de Chicago llamado William Heirens mató y violó a una niña y dos mujeres.
Entonces, el hoy experto criminólogo era demasiado joven para detectar que tras los hechos había un componente sexual, que luego descubriría como básico para entender los actos de estos asesinos.
De hecho, actualmente cree que el móvil del 90 por 100 de los serial killers es de carácter sexual, mientras que sólo un 10 por 100 actúa por otro tipo de impulsos, como Richard Chase, quien mataba para regenerar con la sangre de sus víctimas la suya propia, que según decía se estaba convirtiendo en polvo. De todo eso ha hablado Ressler en un curso que impartió recientemente en Valencia.
–¿Después de más de 40 años persiguiendo asesinos en serie, sigue pensando lo mismo de ellos?
– Desde que empecé a interesarme por este tipo de criminales hemos recorrido un largo camino y siempre he aprendido algo nuevo. Yo sigo en ello (Ressler ha creado una empresa para investigar los perfiles de estos asesinos).
"La idea de que los criminales en serie quieren que los cojan para dejar de matar es un invento del cine"
–¿Cuántos perfiladores psicológicos trabajan hoy en el mundo?
– Cuando empezamos apenas había cincuenta, pero ahora hay más; hemos organizado cursos de entrenamiento en varios países.
– En el libro Instintos básicos. Por qué matan los asesinos, su amigo el neurólogo Jonathan Pincus dice que estos criminales tienen detrás una infancia de abusos o lesiones neurológicas y que todos matan por los mismos motivos.
– Me parece una idea profunda, pero vacía de contenido si no se explica cuál es ese motivo.
–¿Es cierto que en muchos casos el entorno más próximo a un asesino no conocía los aspectos oscuros de su personalidad?
– Es habitual con los criminales organizados. Hay dos tipos de asesinos en serie: los organizados, que planifican todos los aspectos de sus crímenes, y los desorganizados, que son más impulsivos. La mayoría de los casos se ajustan a uno de los dos modelos, aunque los hay que combinan aspectos de ambos. A los desorganizados la gente de su entorno ya los tenía por raros, pero los organizados pasan desapercibidos hasta que los cogen; como John Wayne Gacy, ejecutado por matar a 33 jóvenes, que era un tipo muy querido por sus vecinos e incluso actuaba en fiestas benéficas disfrazado de payaso.
El perseguidor no se rinde
A pesar de su avanzada edad, Ressler sigue empeñado en conocer los intríngulis de los serial killers. Una de sus hijas ha seguido sus pasos en el FBI.
– Dice usted que los asesinos en serie existen desde la Edad Media.
– Es hasta donde he estudiado, pero tal vez existan desde antes.
–¿La incomunicación social puede fomentar la aparición de asesinos en serie?
– No necesariamente. Algunos de los más crueles han llevado vidas normales, han tenido trabajos y empresas, mientras desarrollaban sus fantasías en la oscuridad. La única opción para cogerlos es que alguien cercano detecte el peligro y lo denuncie. A veces pasa.
–¿Los asesinos sienten deseos de entregarse a la policía?
– Les sería fácil hacerlo si quisieran. La idea de que los serial killers desean parar de matar procede de las películas de Hollywood y no se corresponde con la realidad. A veces están cansados, pero no creo que quieran ser detenidos.
– Pero hay casos como el de Edmund Kemper, que llamó a la policía reconociendo sus crímenes. De hecho fue su llamada lo que permitió su captura...
– Es cierto que se estaba cansando de sus crímenes, pero era porque se estaba volviendo paranoico. No creo que se entregara realmente. Estaba muy borracho y muy lejos de donde había actuado, e hizo la llamada a cobro revertido. Lo que sucedía es que estaba convencido de que no lo iban a pillar.
–¿Hay que tener compasión por los asesinos en serie, en cuanto a víctimas de una infancia difícil?
– No, porque han tomado decisiones sabiendo lo que hacían, han hecho mucho daño a la sociedad.
– Usted ha entrevistado a la mayoría de ellos. ¿Nunca ha sentido compasión o empatía?
– Muchas veces la he tenido por la infancia del asesino, de él como niño, pero nunca he aceptado ni comprendido su actitud de adulto.
–¿Y alguna vez ha tenido la esperanza de que eran recuperables?
– Nunca.
– Sin embargo, usted no es partidario de la pena de muerte. Durante su estancia en España, insistió en lo absurdo de esta medida.
– La pena de muerte no es disuasoria. La gente que comete delitos sexuales violentos hacen generalizaciones desde su punto de vista sin tener en cuenta la sociedad. No creen que les puedan pillar y actúan como si así fuera. Es una estupidez creer que la pena de muerte les parará. Es preferible mantenerlos bajo custodia, ya que, por un lado, su encarcelamiento de por vida resulta más barato que su ejecución, y además, porque matarles no aporta nada a la sociedad mientras que el estudio de su comportamiento en prisión sí puede ser útil.
–¿Un perfilador debe meterse en la cabeza de un asesino?
– Hacer un perfil criminal es un proceso de análisis, un método que intenta reproducir los cánones de comportamiento de un asesino, pero no tiene nada que ver con las tonterías que salen en las películas.
–¿Por ejemplo?
– Yo colaboro como asesor en la serie Profiler. A sus responsables se les ocurrió que el protagonista tuviera flashes del comportamiento del criminal. Yo estaba en contra porque parecía que fuese telepatía.
– No todos los casos serán así. Hay películas muy interesantes como “Ciudadano X”...
– Sí, cierto (sonríe). Se supone que el personaje del FBI que habla con el protagonista soy yo.
– Ahí se decía que no deja a sus agentes trabajar más de seis meses en un caso por el agotamiento.
– Si eso fuera verdad yo estaría en un manicomio.
–¿Y cómo hace para superar el estrés de su trabajo?
– Mantengo la distancia.
– Usted ha insistido mucho en que los perfiladores no capturan a los asesinos.
– Las películas glorifican a los perfiladores. Entiendo que es un trabajo interesante para el público pero no se corresponde con la realidad. Lo que pasa con los perfiladores es que son una mezcla de psicólogo y policía que resulta muy atractivo para el público medio, pero creer que en la realidad son como en las películas es como pensar que todos los policías son Harry el Sucio.
– Vamos, que de cazadores de mentes, nada.
– Decir que los casos que hemos citado fueron resueltos por el perfil sería incorrecto. Pero es evidente que si no se hace caso al perfil, si no se le da importancia, no se podrá hacer nada.
– Es usted muy crítico con el cine de finales de los 60 y 70, donde el horror y el sexo se confunden en una combinación excitante para cualquier criminal en serie. También lamenta la situación de descontrol que vive la red.
– Internet puede provocar que un joven asesino tenga imaginaciones extrañas. Como no tiene amigos, puede llegar a la conclusión de que el compañero sexual es un objeto sin significado, sin humanidad.
– ¿La Red se ha convertido pues en un terreno fértil para la imaginación de los psicópatas?
– Sí. En los años 60 era difícil encontrar pornografía. Ahora en Internet hay pornografía infantil, violencia sexual, sadomasoquismo...; puedes hallar páginas web donde se muestran animales diseccionados o escenas de crimen. Internet puede ser excitante para este tipo de criminales.
– Deduzco que usted es partidario de poner controles a Internet.
– Hay un fuerte movimiento en Estados Unidos que trata de imponerlos desde dos puntos de vista: en primer lugar, limpiar los contenidos de la web, y en segundo lugar acabar con los emails no deseados, que muchas veces implican sexo explícito. La cosa ha ido tan lejos que cualquier cosa está disponible ahora en la red. Hace poco en Alemania hubo una persona que solicitó que lo mataran y lo comieran. Hay cosas positivas y negativas en Internet, se trata de ver cuánta libertad podemos aceptar. Hace poco tuvimos un caso con una revista, Soldier of fortune, para mercenarios y asesinos a sueldo. Cuando demostramos que se habían cometido crímenes siguiendo los anuncios de la revista, logramos un fallo judicial para cerrarla.
– Subyace en sus discursos cierto escepticismo respecto a los mitos novelescos y cinematográficos relacionados con el crimen.
– No sé si conocen en España a la escritora Patricia Cornwell.
– Sí, es una de las grandes damas del crimen.
– Esa mujer vino a verme a finales de los 80 buscando información para sus libros. Sus obras son ridículas. La idea de que una médico forense colabore con un perfilador es absurda. La investigación que ha realizado para trazar un perfil de Jack el Destripador ha sido totalmente absurda. Esa mujer ha invertido millones de dólares para nada. Tiene alucinaciones.
El asesor de Hollywood no cree en los “asesinos geniales”.
Serio, frío, sosegado y algo distante, quizá por una leve sordera en su oído derecho, consecuencia de su paso por el ejército, Robert K. Ressler recuerda a los clásicos investigadores veteranos de las películas. No en vano, este criminólogo ha colaborado en la mayor parte de los recientes éxitos televisivos y cinematográficos inspirados en asesinos en serie, además de haber servido de modelo para el personaje de Jack Crawford, el jefe del FBI que anda tras el temible Hannibal Lecter en El silencio de los corderos y las otras novelas de Robert Harris llevadas al cine.
Sin embargo, pese a su colaboración en obras de ficción, Ressler se muestra crítico con la manera infantil en que Hollywood enfoca a veces estos temas; uno de los mitos que más rechaza es el del asesino en serie inteligente, modelo que ha popularizado precisamente el personaje de Lecter. Reconoce que ha encontrado alguno brillante, pero cree que en general no son más listos que los demás: “Los asesinos en serie son perdedores, personas que han fracasado en su vida. Alguien que triunfa de verdad no precisa matar a nadie”, dice.
CAPÍTULO II
LA HISTORIA VERDADERA
El verdadero rostro de Jack el Destripador.
Estimado profesor Velmont: Ustedes ofrecen responder a todas las preguntas. Los reto a que me respondan sobre uno de los mayores misterios policiales de todas las épocas: ¿Quién fue en realidad Jack el Destripador y por qué mataba solamente prostitutas?
Ricardo P.
RESPUESTA
Apreciado Ricardo: Te agradezco que nos hayas enviado un email preguntándonos por el famoso Jack el Destripador. Los misterios son un poco como los trucos de los ilusionistas, que apasionan hasta que se sabe cómo se hacen.
Antes de explicarte quien fue Jack el Destripador te voy a revelar un truco que volvió locos a todos los que quisieron descubrirlo, ya que parecía imposible de hacer.
Se trataba del viejo ardid de la mujer cortada en dos con un serrucho y luego vuelta a unir. En este caso la variación estaba en que el mago elegía a alguien del público, pero en lugar de mujer, hombre.
El mago colocaba al voluntario en la caja, la cerraba bien con candados y la cortaba en dos con el hombre adentro y luego separaba las dos partes.
A continuación, el mago tomaba al voluntario por la parte superior (de la cabeza hasta la cintura) y la colocaba sobre una bandeja, por donde debajo pasaba el público en demostración que no había truco.
Luego, volvía a ponerlo sobre la caja, unía los dos pedazos y al abrir la caja nuevamente el voluntario aparecía íntegro y se retiraba a su lugar entre el público, que ovacionaba al mago.
Los magos o ilusionistas, para hacer sus trucos, cuentan con la poca o nula capacidad de los seres humanos para ver lo obvio. Los que presenciaban el truco del hombre cortado en dos nunca supusieron que pudieran ser engañados con algo tan burdo.
Sí, el truco era muy burdo: se trataba de dos hermanos gemelos, de los cuales uno había nacido con una malformación, y de la cintura para abajo no tenía nada. De más está decir que el mago los sustituía hábilmente y ése era todo el misterio.
Con Jack el Destripador sucedió algo parecido: los investigadores no vieron lo obvio. Todos los hechos delataban que el asesino era una mujer, pero obsesionadamente buscaron a un hombre, y como era lógico no encontraron al asesino.
Ninguna de las víctimas fue violada ni se encontró semen por ninguna parte. Los investigadores, estúpidamente, dedujeron que el asesino era... ¡impotente!
Por las cuchilladas también dedujeron que el asesino era zurdo, sin ver lo obvio, es decir, que las aplicó una mujer y por eso parecían ser asestadas por un hombre que usaba la mano izquierda.
Dedujeron que el asesino era alguien conocido, ya que las víctimas lo llevaban confiadamente a su cuarto, sin percatarse de que la confianza partía de que el asesino era una mujer y por eso ellas no recelaban, ya que la policía buscaba a un hombre como Jack el Destripador.
Hay más, los videntes de la época decían que el asesino era un hombre de dos rostros. Incluso el famoso escritor Arturo Conan Doyle, creador de Sherlock Holmes, que era espiritista, también decía algo parecido.
Lo obvio era que la asesina se disfrazaba de hombre y luego de cometer los crímenes huía como lo que en realidad era: una mujer. ¡Y nadie buscaba a una mujer como la asesina!
Por supuesto que nosotros tenemos más datos sobre Jack el Destripador, ya que nos hemos comunicado telepáticamente con el espíritu que lo animó cuando estuvo encarnado e incluso sabemos cuál era su verdadero nombre.
También sabemos que actualmente está encarnado y quien es, pero por razones obvias no lo podemos revelar.
Sabemos, asimismo, por qué mataba solamente prostitutas, pero la explicación requeriría una respuesta más extensa. Bienvenido al Club. Un abrazo.
Horacio Velmont.
El verdadero rostro de Jack el Destripador II.
Estimado profesor Velmont: Recibí su libro “Enigmas develados” y quedé muy sorprendida por el descubrimiento que hicieron ustedes sobre quién fue Jack el Destripador. Creo que debe disculparse a los investigadores porque nadie podía haber sospechado que se trataba de una mujer.
Lo que no me queda claro es cómo pudieron comunicarse con el espíritu de Jack el Destripador y decir al mismo tiempo que en estos momentos se encuentra encarnado, y además que saben quién es….
¿Es que se pueden comunicar con la parte espiritual de una persona sin que ésta sea consciente de ello?
Telma A.
RESPUESTA
Apreciada Telma: Nosotros podemos, a través de la excepcional mediumnidad del profesor Jorge Olguín, director del Grupo Elron, comunicarnos con cualquier espíritu que haya animado a cualquier personaje en cualquier tiempo de la historia.
No nos comunicamos directamente, por ejemplo, con el Jesús histórico, porque eso es imposible, sino con el espíritu del Maestro Jesús, actualmente Logos Solar.
Si Jesús estuviera encarnado (no lo está) tampoco podríamos comunicarnos con su 10 % encarnado, sino solamente con su 90 % no encarnado que queda en su plano de origen.
En razón de que nuestra misión es la de poner al descubierto todos los misterios, porque ha llegado el tiempo para ello, tenemos la más alta autorización para convocar y preguntar.
Si la persona está encarnada, ella no se entera de las investigaciones que nosotros hacemos.
No estamos pasando por sobre nadie, porque las autorizaciones para investigar nosotros las recibimos del 90 % (Yo Superior) que no encarna, y también, por supuesto, del propio Logos Solar.
En los planos espirituales elevados se tiene, como prioridad absoluta, sumo respeto por el otro.
En el caso de Jack el Destripador, nos enteramos de pura casualidad. Estábamos auditando a un familiar (su parte encarnada no estaba presente en la sesión e ignoraba totalmente nuestra ayuda), a través de Psicoauditación −que es una técnica desarrollada por nosotros y que consiste en la terapia de Dianética aplicada al Yo Superior a través de un médium− para liberarlo de la carga de incidentes traumáticos del pasado, cuando de pronto comenzó a relatar los asesinatos que había cometido en Londres −había encarnado en el rol de mujer− como quien fue apodado “Jack el Destripador”.
Éste es todo el misterio. Naturalmente, esta circunstancia la ratificamos con nuestros Guías espirituales.
Bienvenida al Club. Un fuerte abrazo.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
1 comentario:
Tu blog esta super
Publicar un comentario